LOS
POETAS NO ROBAMOS NI EL AMOR, NI LA INSPIRACIÓN DE LA MUSA.
Los poetas nunca le quitan la musa a otro creativo.
Ni por esencia, ni por ética, ni por honor.
Porque simple y llanamente:
No lo desean.
Ni en el estertor, trayendo la oración el sacerdote.
¡Es asqueroso “arrastrar” a la musa!
Sería bazofia en la boca,
y perfume del político ladrón que,
antes abrazó con fingida humanidad
al campesino sin esperanza y sin monedas…
El alma del creador no se cuestiona.
Nunca se da.
Ni en los persas, ni en el ahora.
El poeta no roba la musa.
Solo se va.
Ella se va, y viene el réquiem.
Se va llevando el contenido del amor,
de esos versos ya sin brillo,
que algún día fueron joyas en su cuerpo,
en su piel, antes con sabor a miel.
Y ahora son irises quitados de sus ojos,
sin merecer siquiera compasión…
Cuando se va nuestra musa…
el punto de despedida ya no construye línea,
ni estrofa, ni verso, ni página con sentencia:
es construcción del olvido.
El poeta no discrimina ninguna forma ni color:
No hurta letras, a diferencia del Presidente que roba el
dinero.
Sí borra, tacha, atiende, desatiende y marca.
No engaña: ¡es verdadero imperfecto!
El poeta: ¡muere por ti!,
con su musa.
El poeta no roba mausoleos, ni pide procesión alguna.
Es el lector quien cava, entierra, bendice y llora en su
tumba.
La musa renace en nuevo arte, en flor,
quizá el lirio… y, sin pecado.
Autor:
Franz Alberto Merino Dávila
Ecuador,
septiembre de 2025