REGRESÓ EL
POETA
No sé si me
robaste o me rescataste,
si me
ganaste, me entregaste o me compraste.
Tú, y ella,
consuelo para las dos
que aún me
dan luz y música.
Sigo
prisionero de sus celdas,
sin la
rabia de un juicio perdido, sin penitencia.
Jamás
podría definir su esencia,
su sudor;
hermosas diosas; ¡yo lo provoqué!
Sus
diferencias tejieron dos amores inmensos,
sin
desequilibrar la balanza de la Sagrada Dualidad.
Nunca cerré
los telones por respeto a mi corazón y al de ellas.
Soy
testigo. ¡Soy yo, y qué!
El
verdadero amor perdona sin crueldad,
incluso
cuando la espina hiere.
Yo también,
cuando me enfrío, me la quito.
Mi don: no
unirlas en un dulce batido de leche y mango,
sino
admirar a cada una,
oliendo la
incólume Sagrada Dualidad.
Aún respiro
ese amor en cada recuerdo, en este presente…
La
Divinidad me ordena ser cínico, conteniendo un amor que es Tuyo,
rompiendo
reglas como ceremonia de verdad.
Cinismo con
amor: ¡el puro, no el griego!
Lo que me
tocó, sin superar,
respirando
sin sábanas de romántica culpa.
En todo lo
que toco dejo amor, mis amores:
mis
recuerdos...
Mi pequeño
telón abierto,
como la
ventanilla de un avión con nubes,
siendo solo
un punto.
¡¿Ahora lo
comprendes?!
¿Ahora lo
entienden?
El
millonario brilla, sí, pero se apaga.
El poeta es
brillante, siempre…
Es destino
y categoría de la Santísima Dualidad.
No hay más.
Amor
consagrado, no mío; lo planeó el Altísimo.
Soy el
poeta respirando intermitente: ¡paz!
Acompañándome,
como es costumbre, mi celosa computadora… y,
¡ese vaso!
Firmo:
Franz Alberto Merino Dávila.
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