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sábado, 6 de febrero de 2016

SONRISA INOLVIDABLE, LA ÚLTIMA.


Hasta que muera comandarás el mejor recuerdo de sangre de mi vida.
Sólo tu niñez y pubertad fue la más hermosa compañía que tu vida me brindó.
Tú fuiste la más bella causa para interrumpir mi dormitar, era el momento de levantarse;
Dirigirme a verte dormir, a vigilarte, a cobijarte, a servirte, a cuidarte, a contemplarte;
Te decía en silencio palabras hermosas, admiraba tu belleza, luego agradecía tu existir;
Muchas veces me sorprendías con hermosas sonrisas que  provocaban tus angelicales sueños.

Cómo lamento ahora el no tenerte, el no abrazarte, la vida así lo sentenció.
Así es la vida, las cosas suceden sin explicación; tu vida debe continuar como la mía;
Tal vez llegue el momento cuando  me convierta, otra vez, en niño si mi vida se alarga,
Que  tú seas la escogida para vigilar mi sueño y converjan así nuestras vidas y corazones;
 A cambio, yo siempre pero siempre te regalaré mi mejor sonrisa, mi sonrisa de orgullo,
Mi sonrisa inolvidable, tu favorita, la última; la que siempre vivirá en tus mejores recuerdos…

Franz Merino

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viernes, 14 de febrero de 2014

SAN VALENTIN


SAN VALENTIN

Un viaje sorpresivo de trabajo me embarcó, trasnochados arribamos mi esperanza y yo.
La sultana de los andes, Cuenca,  atravesé, su parque nacional “El Cajas”  disfruté.
Puerto Inca me acercó más a mi destino: Guayaquil, ciudad natal de mi princesa.
Llamé a mi amada solicitándole un encuentro, sí me aceptó su juvenil presencia.

No la había visto por mucho tiempo, su rechazo e ingratas evasivas lo provocaban.
La energía Divina otra vez recargó mi corazón y me ordenó buscar a mi niña bella.
La cabina de un auto prestado por Diego y autorizado por Mónica, la esperaba.
Bajé el volumen de la radio, necesitaba escuchar su corazón palpitante por mi abrazo.

Su angelical  sudado rostro y  sus manos frías reflejaban su débil salud y su pesar.
Un saludo muy paternal le brindé, el de ella no fue tierno, no recibí el dulce anhelado.
Obligado por mi manera de ser proseguí a informarle lo sucedido en nuestra distancia.
Ella escuchaba, recibía el mensaje que su Dios me había augurado: ser su padre lejano.

Este mes consagrado por los anglosajones al amor y  a la amistad, es inolvidable.
Como inolvidable es saber que la sangre de mi sangre este once me entrevistó fríamente.
La sangre de mi sangre estuvo desamorada con su “cromosoma Y”, el aporte de su padre.
El mes de San Valentín me regaló la vida y, yo, con amor le devuelvo al Cosmos: mi sangre.

¿Qué gano viviendo, si en mi diario vivir no está presente? ¡No está ya en mi Febrero…!
¿Qué justifica habitar este bello y mágico Universo, si no veo sus lindos ojos cafés?
¿Por qué este sistema de cosas me aleja, cada vez más, de su luz brillante y revitalizante?
¡Por qué no me venera, como yo  sí la venero a mi añorada hija, mi estrella, mi lucero!

Dile, San Valentín, que sin su motivación yo me derrumbo, me aniquilo, me enfermo…
Dile, San Valentín, que me hacen falta sus “buenos días” y sus “buenas noches, papi”.
Dile, San Valentín, que mi amor por ella son diez universos más grande que el de Zeus.
Dile, San Valentín,  que la amé de bebé, la amo demasiado y la amaré… ¡Dile, te lo ruego!

Franz Merino
14-02-2014