jueves, 8 de febrero de 2024

RUTINA EN LA MESA



RUTINA EN LA MESA 

Y llega su esperada y vieja amante aprisa; quien se convierte a los mediodías en su incondicional ama de casa y de toda asistencia intrínseca.

Deberá servirle y marcharse pronto su amada compañera servicial, pues algunos más reclaman sus atenciones: tanto en su hogar estable, como administrativas en su oficina.

Apenas cruzan palabras en la mesa por pocos minutos mientras él almuerza y habla en solitario…

— ¿Me escuchas?, apuntando esa frase sospechosa hacia el ambiente de la cocina.

— ¡Sí!, responderá ella sin mirarlo con sus manos laborando; apenas le pondrá atención; su mente estará en otros problemas, en otras ilusiones; en otra dirección, con su gran corazón dividido.

Ya no hay gestos, ni tocadas sensuales, ni miradas coquetas entre ellos, ni palabras románticas convertidas en eslabones de titanio para sus corazones empáticos; entonces, la comida se convierte en sobras frescas, trasmuta a necesidad, en pura sobrevivencia… ya deja de ser agradable y bien digerible.

Su autoinmolación por su irrestricto apego familiar y de mujer cristianamente bondadosa parte sin recibir el abrazo y el beso apasionado que antes compartía con su amante asistido, aunque su amor nunca ha partido; su reconocimiento meridional se ha convertido en un simple gracias repetido y comprometido por aquella rutinaria misericordia.

En otros mares, empieza a componerse las mismas letras en la mente de un alma sensible; la interpretará una voz privilegiada esa historia, ese lacrimoso sentimiento de incomprendida comunión.

La acogerá alguien para sí mismo cuando la escuche hecha canción, por haberla vivido o estar experimentando… luego secará sus lágrimas por tocar esas emociones y revivir esa retrotopía.

Una y otra vez, insidiosamente el servido, la volverá a escuchar hasta cuando ese compás deje de latir en su corazón de sesenta años amando y amado.

Autor: Franz Alberto Merino Dávila
Loja, 8 de febrero de 2024

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